Estamos acostumbrados a ser transeúntes conservando nuestro anonimato, seguros en nuestro sin nombre, casi por conducta gregaria. Aquí se nos muestra e identifica, este espacio es de nuestro amigo autor, pero todos deambulamos por aquí; pues de todas las miserias que soportamos, la de estar al margen observando los sistemas es la más exaltada en el Cuaderno, donde los miserables pasan a ser personajes centrales del relato.
Es cierto, la ironía besa la pluma de su muñeca, también es cierto que deja “al sereno” y por encima de su zaranda simbólicos y humeantes mensajes sobre nuestras creencias. Ahí es donde la herida del león sangra porque no puede cicatrizar, púes Pablo no deja ni su lanza, ni su flecha, ni su estaca, ahí donde más duele: va, quizá en los silencios de los sistemas donde vivimos “arrutinados” haciendo lo que creemos por convicciones extrañas, externas; es donde nuestro amigo el autor, (imitando a Paris) le lanza la flecha envenenada a Aquiles.
Mariano Bruno Araya