Nota escrita en la cara posterior de un separador, encontrada en el interior de un libro el cual le habían prestado al transeúnte hace aproximadamente unos seis o siete años; este decía lo siguiente:
En nuestros episodios oníricos ya no somos suficientemente libres.
Volamos bajo por las dudas.
Tememos a la difamación del alma, a la oscuridad de las siestas, al cordón de plata, a la infinidad de maripositas negras que logran espesar los cubrecamas y los desbordan de ojitos y sonrisas infelices; también a las ponzoñosas historias de amor que duermen bajo la almohada como temibles ácaros.
Ya no se estila creer en la justicia, ahora yo y mi sosiego descansamos aún más frescos y más nítidos en el ala de la inconsciencia novata.
Saltemos sobre las gargantas de los hábiles fabuladores que tomaron por costumbre comprar nuestros sueños; pintemos nuestras boquitas peluche color amarillo intenso, y soñemos a que en cada beso a granel recuperamos un gramo perdido de nuestro vaporoso oro.
Ya no se estila hablar demasiado,
ahora mi pájaro sonríe de costado y sus dientes te cuentan todo el flamear de su vómito.
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